La conexión va por dentro
Esta región representa el 7,3 por ciento del tráfico
mundial de Internet, aunque crece un 35 por ciento cada año. Casi toda
América latina sale a la red por Miami y todavía hay pocas conexiones
entre países.
Contra lo que se puede suponer según el relato reinante, Internet
“funciona” según cada país lo dispone. La estructura de la red se
organiza según la capacidad de lobby que las empresas, los actores
civiles y los gobiernos tienen en cada país, luego en cada región y,
finalmente, en base a la historia propia, a la relación con los países
vecinos y con el resto del planeta. La mediática sensación de que la
sociedad mundial se embarca hacia un futuro perfecto, hiperconectado,
glamoroso y pragmático se da contra el piso de la realidad regional,
después de asistir al congreso de Lacnic, la organización regional que
administra las direcciones IP y pone las reglas del juego. Como se sabe,
cada máquina conectada a Internet tiene un “número IP”. De allí que
cuando la conversación se reduce a números, nombres de dominios, cables
transatlánticos y conexiones satelitales las fuerzas que están en juego
parecen difusas. Sin embargo, están ahí: sólo basta con aprender el
“idioma” en el que hablan los operadores para entender con claridad,
cual Neo en Matrix, digamos, que finalmente siempre se discute sobre
números.
En este contexto, el caso de la organización Lacnic –con su sede
central en Uruguay– es un ejemplo de civismo suprarregional, que ha
sabido administrar poderosos intereses, reordenar tensiones y encontrar
los mecanismos necesarios para distribuir la escasez que se viene en
materia de direcciones IP versión 4 de Internet (ver aparte). Pero no se
trata sólo de números: “Tenemos que trabajar en una declaración de
principios regional”, dice el uruguayo Raúl Echeberría, CEO de Lacnic y
responsable de la Internet Society, una de las organizaciones de la red
con más peso mundial y en cuyo cargo en otra época estaba el mismísimo
Vint Cerf, padre de la red. Echeberría cree que Lacnic debe avanzar en
una declaración que incluya el “acceso a la información, la privacidad,
la libertad de expresión, los derechos humanos y la neutralidad”, entre
temas centrales. Pero aceptar esta declaración de principios por todos
los actores podría implicar –también– decisiones comerciales. En
Internet, se sabe, a las palabras se las lleva (y las recuerda) Google.
En el nivel más profundo de la organización regional de Internet,
donde se toman medidas que afectarán a millones de usuarios en América
latina y el Caribe, muchas de estas decisiones se realizan a mano alzada
y por mero acto presencial. No son votaciones improvisadas, sino
producto de discusiones que se vienen teniendo cotidianamente por correo
electrónico y llegan a su cita –la próxima será en octubre en Buenos
Aires– a tomar decisiones. De esa manera, por ejemplo, se eligió al
colombiano Alejandro Guzmán como nuevo representante ante el Foro de
Políticas del Icann, órgano que controla Internet globalmente.
Si bien, como dice Raúl Echeberría, las condiciones políticas del
continente son propicias para trabajar en una declaración de principios,
un rápido repaso sobre los números del encuentro da cuenta de la
situación regional: entre los asistentes, luego de la abrumadora mayoría
de mexicanos, hubo una gran presencia de brasileños, y apenas por
encima de los argentinos estaban los estadounidenses. Por motivos
históricos, por volumen –y tal vez por falta de presencia del gobierno
argentino–, México y Brasil administran sus direcciones IP de manera
independiente, mientras que Argentina y el resto de los países lo hacen
indirectamente a través de Lacnic.
No deja de ser sintomático que el crecimiento de usuarios en Brasil
ha puesto a América latina en el radar de la industria mundial, sobre
todo teniendo en cuenta que Internet tal vez no esté preparada para
“sacar” de América latina el tráfico mundial que se necesitará durante
el Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos en los años por venir.
Observando los mapas, en América latina el cableado de fibra óptica
replica algo así como un nuevo trazado ferroviario “imperial”: salvo
México, todas las conexiones de América latina salen al mundo a través
del llamado “nap de las Américas” con sede en Miami.
Según explicó en Cancún Carlos Gaviria, de la empresa Internexa que
trabaja por crear una “Internet para América latina”, esta región tiene
apenas el 32 por ciento de penetración contra el 77 por ciento en
Estados Unidos. A la cabeza de la conectividad está Chile (50,4 por
ciento) y luego Argentina (48,9 por ciento). América latina representa
apenas el 7,3 por ciento del tráfico mundial, pero crece año a año un 35
por ciento y tiene –en conjunto– 170 millones de usuarios. Google –como
contó José Miguel Guzmán, gerente de distribución de contenidos–
trabaja hace tiempo para distribuir los contenidos de manera regional,
para evitar que el tráfico que se produce desde y hacia un país
latinoamericano tenga que viajar hasta Estados Unidos y volver.
Argentina también está trabajando en la interconexión regional –aunque
sorprendió la ausencia orgánica del proyecto Argentina Conectada– a
través de la Cabase, la cámara de Internet en Argentina que, según su
presidente Ariel Graizer, pretende colocar quince puntos de encuentro en
las principales ciudades del país.
Otro caso emblemático sobre la implicancia cultural de las
decisiones políticas se ve claramente en Cuba, que es una isla no sólo
en materia geográfica, sino también en el impacto que el embargo de
Estados Unidos implica para los “usuarios” cubanos: a pesar de estar
rodeada de cables de fibra óptica submarina y estar a pocos kilómetros
del “nap de las Américas” por donde pasan todas las conexiones
continentales en Miami, Cuba sólo puede subirse a Internet vía satélite:
el resultado es que Cuba paga casi diez veces más su conexión y sólo se
puede acceder directamente en centros de estudios, universidades y
algunos hoteles internacionales casi exclusivamente. Después de varios
años de trabajo, por un acuerdo con el gobierno de Hugo Chávez, los
cubanos cruzan los dedos para que finalmente llegue un cable de fibra
óptica desde Venezuela hasta Cuba. Como decían los funcionarios cubanos
que merodeaban los pasillos del hotel, en vez de velas, habrá que
prender “routers” para que la cosa funcione